Artículo escrito por Xavi Fané (pondré su blog en los "enlaces") en el que casi todos los que disfrutamos de la bici en sus múltiples versiones podremos vernos reflejados. En mi opinión en muy bueno escribiendo y una de las pocas razones por las que compro la revista SOLO BICI.
"En el templo del dolor"
Mi expresión desencajada, la nausea que me sobrecoge como una marea negra, el fuego que arde en mis pulmones y en mis músculos, el corazón palpitando contra mi pecho con la desesperada fuerza de la bestia que quiere escapar de su jaula, mi visión borrosa y desenfocada como si hubiera bebido unas copas de más.
Aquí estoy una vez más en la zona del dolor, en el reino del esfuerzo máximo, en el altar del supremo sacrificio ciclista, en ese estado, ese lugar que levanta en mí intensas sensaciones de temor y respeto pero al que, sin embargo, acudo una y otra vez inexorablemente atraído por algo intangible que escapa a toda lógica. ¿Porqué? me pregunto yo, ¿porqué siento esta llamada, esta periódica inclinación al sufrimiento, a subir cuestas del 15% con el plato mediano en lugar del pequeño, a apretar los dientes en lugar de oler las flores y a entablar batallas encarnizadas con los colegas en vez de entablar conversaciones sobre temas intrascendentes e inocuos como el estado del tiempo o el diámetro de los neumáticos?. El mtb es muchas cosas, es diversión pueril, es enajenación paisajística, es camaradería, es meditación y descubrimiento, ocasionalmente es el miedo a dejarse la piel al lado del camino y también el reto físico de superarse a uno mismo y superar a los demás. Pero hay algo más, estoy convencido de que cuando alcanzo ese punto culminante de máximo sufrimiento y de insoportable esfuerzo algo diferente y mágico ocurre. La magnífica belleza que me rodea, los bosques, las montañas y los cielos azules, incluso mis pensamientos y paridas mentales se desvanecen y pierden forma, se arremolinan y son engullidos por un vértice voraz que desemboca en un diminuto punto focal de extraña calma, en un pequeño oasis que se mece precariamente en medio del caos. No es que quiera hacer puntos para ser mencionado mártir del año o algo así, pero dicen los entendidos que el dolor, como el fuego, purifica y creo que debe ser verdad. En el fondo, todos buscamos redención y tenemos nuestra propia manera de conseguirla. La mía es darle al pedal.
Paradójicamente, y no sin cierto humor macabro, la duración de tu tiempo de visita a este recinto oculto de tu consciencia es directamente proporcional a lo bien entrenado que estés. O sea, cuanto más entrenes, cuanto más sacrificio hayas puesto en tu progresión física y mental, cuanto más dolor hayas experimentado, más tiempo podrás estar allí, columpiándote en ese preciso y efímero momento que refleja con fidelidad digital la esencia impermanente de nuestra propia existencia.
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