A los ciclistas el viento siempre nos da de cara. Puede que sea la ley del famoso Murphy o vaya usted a saber. El placer de rodar con el viento a favor no ocurre muy a menudo salvo cuando bajamos hasta el sur.
Rodando con el viento "de cola" no sientes el ruido en los oídos. El rodar de las gomas, el sonido de la transmisión y nuestra propia respiración adquieren otra dimensión. Son sensaciones placenteras al igual que lo es rodar rápido sin esa resistencia al aire a la que estamos ya acostumbrados.
¡Pues a las olas les gusta el viento en contra! ¡Mira tú por donde! Eso si, un viento contenido que apenas acaricie la cresta peinando con delicadeza el labio al caer.
El de de este post no es uno de esos vientos. Es más bien una fuerte ventolera pero que a efectos de ir a sacar fotos no queda tan mal. Otra cosa es que se te ocurra tirarte al agua...
Rodando con el viento "de cola" no sientes el ruido en los oídos. El rodar de las gomas, el sonido de la transmisión y nuestra propia respiración adquieren otra dimensión. Son sensaciones placenteras al igual que lo es rodar rápido sin esa resistencia al aire a la que estamos ya acostumbrados.
¡Pues a las olas les gusta el viento en contra! ¡Mira tú por donde! Eso si, un viento contenido que apenas acaricie la cresta peinando con delicadeza el labio al caer.
El de de este post no es uno de esos vientos. Es más bien una fuerte ventolera pero que a efectos de ir a sacar fotos no queda tan mal. Otra cosa es que se te ocurra tirarte al agua...
No hay comentarios:
Publicar un comentario